miércoles, 27 de abril de 2011

Crónica de un viaje maravilloso

La pasada semana tuve la suerte de visitar una de las ciudades más bonitas y representativas de nuestro país: Bilbao, un lugar diferente con una cultura única y una gente asombrosa. Muchos creerán que País Vasco es independentista, ruin, antipático y rastrero; pero en realidad es un paraíso donde reina la cortesía, el buen gusto por las cosas y la belleza de lugares emblemáticos. Y sobre todo, Bilbao es una ciudad donde se respira fútbol por los cuatro costados. Los bares, las calles, los balcones... hay banderas del Athletic por todos lados. Y eso, lo reconozco, es algo que me fascina.

Salimos de mi pueblo a las doce de la madrugada del viernes, y llegamos allí a las ocho de la mañana. No podíamos ir al hotel hasta las doce, así que lo primero que hicimos fue aparcar... en el mismísimo San Mamés. Aquella catedral de fútbol a la cual derribarán en unos años para construir, justo al lado, un campo nuevo, más grande y más espectacular, semejante al "Allianz Arena" de Múnich. Dimos una vuelta a su alrededor y luego nos fuimos a desayunar algo. Caña y pincho de tortilla de patatas con queso y jamón, puedo decir que es uno de los mejores desayunos que he tomado en toda mi vida. Nunca antes había probado nada igual. Lo de los pinchos era maravilloso, visitar cada taberna y encontrar la barra abarrotada de tapas y más tapas... Debo decir además que la gente era alucinante. Entrar al hotel de la Real Sociedad y que el recepcionista te atianda amablemente, comprar el Marca en un kiosko y que el vendedor te ayude a buscar el periódico que tiene póster (además de preguntarte de donde eres, que has venido a hacer, etc), que el camarero hable contigo del Madrid, que los viejos te saluden por la calle y se pongan a hablar contigo, que te digan con pelos y señales dónde está algo en Bilbao, que te enseñen a sacarte un ticket del tranvía...

Pero para simpáticos los jugadores del Athletic. No sé si serán los únicos en toda España que salgan de entrenar sin guardias para cortar el paso a los demás, y que encima se paren para hacerse fotos y firmar autógrafos con todos y cada uno de los aficionados que les esperan en la puerta del estadio. Solo Llorente, que aparcó su porsche blanco en la otra punta y salió por la puerta de atrás, se fue pitando sin hacerse fotos con nadie. Bueno, con nadie excepto con un colega y yo que fuimos listos y lo esperamos apoyados en una farola cercana a su lujoso automóvil. La imagen con un campeón del mundo es una de las cosas más valiosas que me traigo de mi estancia en Bilbao. Por la tarde, visitamos el interior de la Catedral. Majestuosa, parecida a un campo inglés, con un arco brillando por el sol y una mística que me dejó cautibado desde que entré por el túnel de vestuarios, emulando a los Iraizoz, Javi Martínez o Iraola. Aprendí mucho en esa guía, como que el jugador que da nombre al máximo goleador de la Liga española, "Pichichi", jamás jugó un partido de esa competición, o que a los del Athletic les llaman leones porque según la leyenda, metieron a San Mamés en una jaula con los fieros animales y no se lo comieron... ¿Sabían que el Atlético de Madrid nació a partir del Athletic? ¿O que hicieron un pacto con la Real Sociedad para jugar solo con jugadores de euskal herria y los donostiarran lo incumplieron?

Aquel día fue muy largo. Y maravilloso. Como el siguiente. Nos levantamos para ver los trofeos y obsequios del Athletic, cada uno con su historia. Quién más me impresionó fue Mr. Petland, el mayor entrenador que han tenido los rojiblancos en sus 113 años de historia. Se decía que revolucionó el fútbol gracias al hincapié en jugar por las bandas en sus sistema y el poderío físico que implantaba a sus jugadores, propio de los ingleses. Fue el mejor Athletic que se recuerda, el que ganó siete títulos en apenas diez años. Se dice que por él en la actualidad a los entrenadores les llaman "Míster". Otros impactos interesantes fue ver a un jugador que más tarde fue Lehendakari, el carné de socio de Julen Guerrero cuando tenía siete años o la jovenzuela pero inconfundible cara de Javier Clemente cuando era jugador del club bilbaíno.

Por la tarde, visitamos el casco viejo de Bilbao, al cual se accedía de forma rápida y cómoda mediante el tranvía, que te llevaba a los lugares más visitados de la ciudad. Allí si que se respiraba auténtico fútbol. Se notaba que era día de derby, porque las calles estaban abarrotadas de aficionados del Athletic y de la Real, todos juntos bebiendo cerveza. Decidimos hacer lo mismo, en la peña del Athletic, mientras veíamos el Valencia - Real Madrid. Hasta tres cañas enormes nos bebimos cada uno, para ir luego a tope a ver el gran partido. Chispeaba un poco, pero eso hizo la espera para entrar al campo más refrescante, más intensa. Aficionados de ambos equipos se abrazaban en las inmediaciones del campo, o cenaban juntos bocatas que vendían en los bares de alrededor. Antes de entrar, al colega de la foto de Llorente y a mí nos entrevistó la cadena de radio Grupo Nervión sobre las elecciones a presidente del Athletic y sobre si preferiamos el buen juego o los resultados. Ya dentro, nada tenía que ver San Mamés con la tarde de la visita guiada. Iluminado, con toda la gente, en un ambiente espectacular. Puedo decir que fue un sueño cumplido ver ese partido, en ese mismo estadio. La afición, probablemente sea la mejor de España. Yo estaba sentado en el fondo norte por abajo, cerca del césped. Cuando digo sentado en realidad quiero decir de pie, porque cuando el Athletic se acercaba a portería o se le acercaban a él, los 40.000 espectadores se levantaban de sus asientos como si llevaran un muelle  incorporado. Nada comparable al Bernabéu, donde los aficionados parece que están viendo el teatro, en San Mamés el partido es una fiesta. Y lo fue aún más gracias a la victoria ante el eterno rival, al que venció por 2-1 con goles de Muniain y Toquero, al que por cierto ovacionaban cada vez que tocaba el balón. Logramos salir en La Sexta gracias a una buena pancarta (según Antonio Esteva ;)) que adjunto aquí mismo.

El día siguiente se pasó en San Sebastián, otra ciudad muy hermosa que posee una bellísima playa como mayor atractivo, además de un monte con unas vistas espectaculares. De los mejores calamares a la Romana que he probado, en el Café de la Concha sin duda... ese día el peso de los anteriores recorría por todo nuestro cuerpo, y acabamos destrozados cuando llegamos al hotel, donde nos distraíamos jugando al Pro Evolution Soccer tirados en la cama. Fueron tres días impresionantes, en los que disfruté como un niño que descubre lo que no ha visto nunca. Con dos cosas me quedo de este maravilloso viaje...  el momento en el que estás apoyado en la barandilla del puente de la Ria de Bilbao, atardeciendo, con una mujer cantando en la calle mientras pasa la multitud de la gente y te sopla el viento en la cara; y con el Athletic y todo lo que le rodea. Porque puedo ser del Real Madrid, pero no hay duda de que es imposible no respetar ni admirar a uno de los equipos más grandes del fútbol español.

jueves, 21 de abril de 2011

Una Copa en homenaje al deporte rey

Ayer asistimos a uno de los mejores partidos de fútbol que recuerdo. A una de las finales más emocionantes, reñidas, sufridas y sensacionales que he visto en mi vida. Una final muy igualada, propia de los dos mejores equipos del mundo. Si alguien pensó lo contrario, es que está nublado a un sólo estilo, a una sola idea. Porque ayer vimos a dos equipos entregados a un partido, una afición y una Copa del Rey que pudo haber ganado cualquiera. Si señores, ayer triunfó el fútbol, por encima de las numerosas faltas y de los que nunca creyeron que esto fuera a ser posible.

Y triunfó porque vimos a dos estilos totalmente opuestos enfrentados entre sí. Y aunque eso también ocurrió el sábado en el primer Clásico, hubo ciertas diferencias que hicieron al Real Madrid todavía más peligroso en la primera parte. En primer lugar, jugó Özil en lugar de Benzema, dejando a los tres delanteros centros en el banquillo. Así, aseguraba más ideas a la hora del robo de balón. También se notó la baja de Puyol, actuando en su lugar Javier Mascherano. Mou adelantó la línea de presión para robar más arriba y dificultar los toques del Barça tan cerca de la portería. Un acierto espectacular, porque el Barça no logró tirar a puerta en los primeros 45 minutos, salvo un disparo sin peligro de Xavi. Sin duda, para mi fue la mejor primera parte que le han jugado al Barça esta temporada, y probablemente en las tres últimas. Se sintió anulado, incapaz de penetrar en área contraria más que con inútiles córners que despejaba la defensa blanca, a un gran nivel durante todo el partido. Incluso acabó desquiciendo a algunos de sus jugadores, como Messi o Villa. Totalmente irreconocible el equipo blaugrana que no encontró ideas para derrumbar el muro que implantó el técnico portugués, a base de una gran concentración y una presión muy fuerte. Además, el Madrid pudo disponer de varias ocasiones para batir a Pinto: Cristiano por tres veces y la más clara Pepe, que se elevó de forma espectacular sobre la defensa culé para enganchar un cabezazo que se fue al palo al filo del descanso. Todo eran buenas sensaciones para el Madrid, seguro de si mismo y habiendo logrado maniatar al Barça por primera vez en tres años.

Sin embargo, fue imposible hacerlo durante más tiempo. Porque los azulgranas salieron como un bólido en la segunda mitad, y desplegaron su mejor fútbol de la mano de una gran Iniesta, que lograba salir de la presión con una calidad impresionante. Apareció por fin Messi, para encumbrar a Casillas con un gran disparo que atajó con maestría el capitán madridista y una asistencia a Pedro tras dejar atrás a varios defensas, pero el gol del canterano fue anulado por fuera de juego. En plena avalancha culé, como siempre y como ante Robben en la final del Mundial, apareció el Santo. Sacó dos manos prodigiosas, una a Pedro y otra a Iniesta, la segunda más impresionante que la primera. De las mejores paradas que he visto. Parecía que el gol del Barça iba a llegar de un momento a otro, pero en una contra Di María, que perdió ochenta mil balones, tuvo la mayor ocasión para los blancos en toda la segunda parte con un trallazo que paró Pinto casi en la escuadra. Terminaron así los noventa reglamentarios, con una parte para cada uno, y con la sensación de que el Madrid estaba cansado y el Barça, fresco como una lechuga. Aún así pudo llevarse el trofeo el conjunto blanco de no ser por la gran parada del portero gaditano. Entonces llegó la Prórroga. Y el éxtasis.

Los nervios a flor de piel. Mestalla era un clamor, y el pub donde vi el partido, una caldera. El Barça siguió empeñado en su estilo, y el Madrid en pararlo e ir a la contra. Pep cambió a Villa,  inexistente en todo el encuentro, y sacó a Ibrahim Afellay. Adebayor (que jugó un gran papel dando mucho trabajo a Piqué) ya había entrado por Özil y más tarde lo haría Granero por Khedira. Con más tensión y nervios que ocasiones, Cristiano llegó con una portentosa carrera a un gran pase de Xabi Alonso, mandando el balón fuera, rozando el palo. Primer aviso, pero no sería el último. Porque el astro portugués despertó en el momento más importante, y antes de que terminara la primera parte de la Prórroga, Di María logró sacarse un centro maravilloso tras una gran pared con Marcelo (ayer confirmó que es uno de los mejores laterales izquierdos del mundo) para que CR7 clavara un cabezazo imparable para Pinto. Un cabezazo que valió la Copa del Rey después de 18 años, que rompió la sequía blanca de tres años sin títulos, que elevó a José Mourinho por encima de toda crítica y que logró acabar, por primera vez, con el Barça de Guardiola, probablemente el mejor equipo de la historia del fútbol.

lunes, 4 de abril de 2011

De Mónaco a Tottenham

2004 fue el último año que vio al Real Madrid clasificarse para cuartos de final de la máxima competición continental. Un equipo dirigido por Carlos Queiroz, que marchaba líder indiscutible en la Liga española, que estaba en la final de Copa del Rey ante un recién ascendido y que lograba el pase a cuartos con un gol de churro de Roberto Carlos en el campo del Bayern y otro magistral de Zidane en el Bernabéu. Todo era muy bonito, pero todo se volvió gris en un giro inesperado de los acontecimientos. Todavía no se sabe con certeza las causas por las que el Madrid cayó en la final de Copa ante el Zaragoza, le remontaron en Liga hasta caer a la cuarta posición y perdiera en Mónaco su última eliminatoria de cuartos de final hasta ahora. Siete años después, y tras caer en Octavos contra Juventus, Arsenal, Bayern, Roma, Liverpool y Lyon; un Real Madrid totalmente nuevo vuelve a estar entre los ocho mejores de Europa. Atrás quedó aquella pesadilla, aquella maldición que alejó al club blanco de esta eliminatoria año tras año. Han regresado, de la mano de José Mourinho (campeón de dos Champions) y de un conjunto de buenos futbolistas que ya no tienen miedo a la derrota. Del once que cayó en Mónaco solo queda Iker Casillas, que ahora es el capitán de la plantilla, campeón de Europa con España y campeón del Mundo. Mañana es el partido contra el Tottenham y todo son buenas expectativas, incluso ya se ha olvidado la derrota contra el Sporting del sábado.

Sin embargo, yo a este partido le encuentro muchas similitudes con respecto a aquella eliminatoria contra el Mónaco de hace siete años. Aquella temporada hubo dos equipos que llegaron a la final de manera asombrosa, siendo las revelaciones absolutas de aquella Champions. Uno fue el campeón, el Oporto del propio José Mourinho; y el otro fue el finalista, el Mónaco de Deschamps. Este año, parece que las revelaciones no son otras que el Shacktar Donetsk de Lucescu y el Tottenham Hotspur de Harry Redknapp. Ambos han llegado a cuartos de final con un gran juego y venciendo a rivales importantes como Arsenal o Milán. Hay que tener cuidado porque muchos dan por hecho que Real Madrid y Barça se van a enfrentar en semifinales. Eso mismo se decía hace siete años... y el Madrid cayó estrepitosamente.

El Tottenham, a pesar de tener poca experiencia en esta competición (al igual que aquel Mónaco), la plantilla de la que dispone es suficiente como para no darle por muerto antes de tiempo. Una de las principales bazas del conjunto de Londres son las bandas: Gareth Bale y Aaron Lennon son dos puñales que se adentran desbordando con velocidad y potencia en territorio enemigo. El Mónaco tenía algo parecido, pues contaba con Patrice Evra (ahora lateral indiscutible del Manchester United y la Selección Francesa), Rothen y, por supuesto, Ludovic Giuly. Este además tenía mucho gol, y solía ser desequilibrante en muchas ocasiones. Como lo es en el Tottenham Rafael Van der Vaart, que lleva 13 goles en 23 partidos con los Spurs y es clave tanto a balón parado como llegando desde segunda línea. En eso siempre fue un especialista. Además, el holandés representa la misma amenaza que un ídolo del madridismo hace siete años: Fernando Morientes. Se le hechó a patadas del club blanco rumbo a Francia, y allí lo mimaron tanto que le hicieron su referente. Fue el máximo goleador de la Champions esa temporada, marcando dos goles al equipo de su vida, uno en la ida y otro en la vuelta. Y es que contar con jugadores como Morientes o Prso, que dominaban el juego aéreo a la perfección, fue un problema brutal para el Madrid, débil en jugadas de estrategia o por alto. Mañana también tendrán que aguantar a dos jugadores letales por arriba como son Pavlichenko y Crouch. La diferencia más primordial entre estos dos equipos y lo que le hace mucho más peligroso al Tottenham es el  poseer en su plantilla a Luka Modric, un jugador diferente, pasador, organizador del juego y especialista del último pase, con una gran calidad y brillante en el borde del área. Habrá que tener mucho cuidado con este equipo, que además tiene mucho que ganar y poco que perder. Por lo pronto, disfruto de esta eliminatoria mucho antes de que empiece, pues hacía tiempo que no sentía el placer de estar en cuartos de la Champions League, la mejor competición de clubes del mundo.