lunes, 25 de julio de 2011

Forlán y Suárez, Suárez y Forlán

La Copa América 2011 llegó ayer a su fin y la selección de Uruguay se coronó como campeona de la competición gracias a la garra, la casta, el esfuerzo y la unión de sus jugadores, siempre tan característica de los charrúas. Sin embargo, nada, absolutamente nada hubiera sido posible si no contara con dos de los mejores jugadores del mundo: Diego Forlán y Luis Suárez, la pareja del verano.

Se trata de dos debilidades futbolísticas para mi, el primero desde Villarreal y el segundo desde que despuntó en el Ajax. Uno se ganó mi cariño metiéndole chicharros al Barça, el otro me hizo soñar con su fichaje por el Madrid cuando se lo rifaba media Europa y el prefirió quedarse en Holanda para jugar la Champions. Diego se coronó en 2010 con dos goles en la final de la Europa League con el Atlético y más tarde en el Mundial de Sudáfrica, consiguiendo el Balón de Oro a mejor jugador del torneo. Era el primer mundial de Suárez, y todo el mundo estaba expectante por ver si era capaz de hacer las diabluras y, sobre todo, las enormes cantidades de goles que hacía en Holanda en el territorio de mayor nivel. Salió casi hombros habiendo marcado dos goles en octavos frente a Corea del Sur y salvando un gol de Ghana con la mano en cuartos que pudo costar la eliminación. Fue expulsado, pero los africanos fallaron el penalti y se convirtió en héroe.

Sus carreras no podían ir mejor, aunque Suárez siguió evolucionando. Tras jugar Champions con el Ajax, en el mercado de invierno fichó por el Liverpool, un grande de Europa, para demostrar que tenía nivel de crack de Premier League. Y lo demostró. Los reds caían en picado hasta la llegada de Daglish y el propio jugador uruguayo, que venía para cubrir el hueco que dejó Fernando Torres marchándose al Chelsea. Se convirtió en un jugador clave, goleador y asistente, que estuvo a punto de meter al Liverpool en Europa. Sin embargo, hasta ahora su calidad no ha sido correspondida por la prensa y la crítica.  Mientras, en la capital española, a su pareja no le iba nada bien. El Mundial y el lastre de partidos que jugó con el Atlético durante la temporada 09/10 (los colchoneros llegaron a todas las finales) pesó mucho en el jugador, y no encontró su mejor nivel en toda la temporada. Firmó su peor registro en España, 8 goles en 32 partidos, incluso perdió la titularidad y fue apartado en numerosas ocasiones. La afición, que antes celebraba sus goles, comenzó a abuchearle como si de un vulgar pelagatos se tratara. Vidas muy distintas para dos jugadores que se reencontrarían en Argentina, para disputar el torneo más antiguo del mundo.
Fue difícil al principio para Forlán, centro de todas las críticas debido a su bajo estado de forma. Suárez, en cambio, marcaba el primer gol para los uruguayos en el campeonato. Pero Diego no decayó, y aprendió un rol que no había hecho hasta ahora: el de enganche infatigable, recorriendo todo el puntal de ataque de un lado a otro, sin descanso, para ayudar en defensa y arriba, para luchar los balones y abrir espacios para su compañero Suárez. Partidazo cuajaron ambos en cuartos de final frente a Argentina, sudando sangre hasta el minuto 120 jugando con diez, peleando los balones que llegaban como cuentagotas. En semis, el delantero del Liverpool volvió a marcar, esta vez dos tantos, pero Forlán seguía sin ver puerta, estaba desviado, todo lo que intentaba se le iba a las nubes. Aún así, su trabajo fue infatigable y constante. Y la afición charrúa se lo agradeció durante todo el torneo: ¡Diego, Diego!

Incluso en la gran final, Suárez parecía que se iba a llevar todos los méritos. En un recorte impresionante dentro del área a un defensa, firmó el primer gol para abrir el partido. Minutos después, asistía a Forlán para estrellar el balón contra el cuerpo de Justo Villar. Uno acertaba y el otro no. ¿Porqué? Pensaría el "Cacha", pero siguió luchando. Hasta que vio gol. Lo vio antes de chutar, antes de marcar. El disparo más certero de toda la Copa América entró limpio; y Forlán lo celebró como si fuera el último gol de su existencia. Pero aún hubo otro, al borde del final, con una asistencia de su compañero de cabeza (qué maravilla) y una definición de lujo. Entró en la portería lentamente, y el Monumental estalló. Tres a cero, con un magistral Diego y un magistral Luis. La pareja que todo equipo querría tener. Ambos encontraron la felicidad fuera de sus equipos, donde no se oyen las críticas, donde la afición está contigo pase lo que pase. La Copa América devolvió la sonrisa a Forlán, y encumbró a Suárez como uno de los mejores del mundo. Forlán y Suárez, Suárez y Forlán. Qué buenos sois.

lunes, 11 de julio de 2011

11/07/2010

Hoy es un gran día. 11 de Julio de 2010. La selección  española juega por primera vez en toda su historia una final del mayor torneo de fútbol del mundo. Muchos podrán decir que han visto a una gran generación de futbolistas llegar a lo más alto en esta competición, luchando con esfuerzo y coraje, jugando mejor que cualquier equipo en el planeta, y juntos con una fuerza que los hace todavía más grandes. Da igual lo que pase hoy. Han pasado a la historia. Pero a ellos no les basta. En realidad, todos soñamos con ver a Iker levantando la Copa del Mundo, pero nadie se atreve a darlo por hecho. Todos lo podemos imaginar, pero algunos se dan con un canto en los dientes si somos sub-campeones. Y eso es por el miedo. El miedo a la derrota. El miedo a perder estrepitosamente. A caer por culpa de los árbitros.  A creernos inferiores al resto. A que el fallo de las ocasiones nos cuesten caras. A que los penaltis nos priven del título. A que un codazo nos parta la cara y nos deje fuera. A que nos anulen dos goles legales. A que nos ganen por una jugada tonta.

Yo no tengo miedo, me da igual lo que diga la experiencia. Sufro en cada partido como si fuera el último de la existencia, pero no tengo miedo. Confio plenamente en ellos. Me da igual que nadie haya perdido tres finales de un Mundial. Me da igual que juegue en Holanda el que para mí no sólo ha sido el mejor jugador del mundial, sino del año entero, Sneijder; me da igual que los naranjas se cierren y jueguen al contrataque buscando al grandioso Robben. Me dan igual los fantasmas del pasado. Me da igual la mala suerte. Porque esta selección está hecha para ganar títulos. Para sudar sangre, para vencer cualquier obstáculo. La que consigue que un país entero de 46 millones de personas se pare 90 o. quien sabe, 120 minutos. Una selección que, como dijo Iker, está hecha para hacer cosas grandes. Y lo más grande está por llegar... quien sabe si a las 22:30 estaremos celebrando el mayor hito de la historia del deporte español, algo que sólo podremos ver los que existimos en estos momentos. Lo único que sé es que no quepo en sí de orgullo hacia mi selección, que confio plenamente en ella, pase lo que pase, y siempre estaré agradecido a Casillas, Reina, Valdés, Ramos, Piqué, Arbeloa, Puyol, Capdevila, Marchena, Albiol, Xavi, Cesc, Xabi Alonso, Busquets, Javi Martínez, Iniesta, Silva, Mata, Pedro, Navas, Torres, Llorente y Villa. Porque me han hecho vivir grandes emociones, emociones que no había sentido en la vida. Sólo un esfuerzo, y permaneceréis en el Olimpo por siempre. Sí que lo conseguirán. Porque son los mejores. Podemos, quien dijo que no hace tres años. Ni después de las debacles, ni de la derrota en la Confederaciones, ni la de Suiza, van a impedir que esta selección, este país, esta afición, siga creyendo. Vamos, España.

Domingo, 11 de Julio de 2010