El pasado sábado experimenté un encuentro inolvidable. Estaba estudiando Teoría de la Comunicación Mediática para el examen de hoy. Me conciencié a mí mismo de que no iba a salir aquella noche, por muy sábado que fuera. Gracias a ello, aquella noche no salí de mi casa. Y por eso pudo ver aquel gran partido.
Las horas pasaban y el libro de TCM se enrollaba y se enrollaba como una enredadera. Enganchado al Twitter cada dos por tres, me enteré de todos los partidos que daban: dos encuentros del Europeo sub 21, y el Granada - Celta de Vigo. Había visto las noticias de Cuatro por primera vez en mucho tiempo y recordé la entrevista que le habían hecho al entrenador del conjunto local, Fabri. Era un tipo simpático, bonachón, que aparentaba que todo lo que le está pasando ahora se lo merece y mucho. La noticia de que el recibimiento de la afición granadina al Celta fue brutal (con bengalas incluido) hacía presagiar un partido con mucha intensidad. Se trataba del partido más importante del Granada en los últimos treinta y cinco años y nadie se lo quería perder. Las calles abarrotadas, el ambiente futbolero por toda la ciudad andaluza, y todos, unidos, con la esperanza de remontar el 1-0 que cosechó el Celta en Balaídos. Fueron alicientes suficientes para ver un partido que jamás pensé que vería, y del que estoy muy agradecido de poder haberlo visto.
Me empapé un poco de los jugadores del Granada y del Celta antes de empezar. De los locales, conocía al portero Roberto, que le disputó la titularidad en una temporada a Ricardo en Osasuna; a Orellana,atacante chileno que despuntó en el Xerez en la segunda vuelta de la temporada 09/10, y al goleador del equipo, el suizo Geijo, que se perdía el partido por lesión. Había oído hablar de Dani Benítez, interior zurdo habilidoso por el que se había interesado el Mallorca, pero de él hablaremos más tarde. Y por supuesto conocía a suplentes como Amaya, Carlos Calvo o Mensah. El Celta ya lo tenía un poco mejor supervisado, pues hasta nueve jugadores de la plantilla había visto despuntar a mitad de temporada y a muy buen nivel.
Cuando dieron las nueve, empezó el partido y dejé de estudiar. Como se podía esperar, el Granada salió enchufadísimo, propulsado por una afición que lo llevaba en volandas. Había pasado un cuarto de hora y los visitantes estaban encerrados en su área, incapaces de salir con el balón jugado. La presión era asfixiante. Orellana tuvo la primera con un trallazo que se fue al larguero en el minuto doce, y tres minutos después el medio defensivo Mikel Ricó la tuvo de cabeza a la salida de un córner. Y tanto fue el cántaro a la fuente, que marcó el chileno Orellana de cabeza tras un gran centro desde la izquierda. Eso sí, hasta el final del partido, por mucho que fue el cántaro a la fuente el balón no volvió a entrar. Y eso que pudo haber entrado en cualquiera de las 45 ocasiones de gol que tuvieron entre los dos equipos. El Granada dominó la primera parte de principio a fin, y el Celta sólo creó peligro con un disparo ajustado de Ábalo que mandó Roberto a córner. Los locales tuvieron una clarísima en un robo de Collantes en banda derecha que dejó para Ighalo, que remató flojo a las manos de Yoel. La primera parte terminaba con un tiro raso de Benítez que se perdía cerca del palo.... los nervios a flor de piel y el Celta atado de pies y manos.
Y la segunda parte parecía que no iba a cambiar, porque el Granada dispuso de hasta tres ocasiones claras de gol antes de que Catalá zancadilleara a Ighalo provocando penalty para los rojiblancos. El encargado iba a ser Dani Benítez, que estaba siendo el mejor del encuentro... y el balón se le fue al palo. Corría el minuto 60 y fue entonces cuando entraron al campo De Lucas y Trashorras, suplentes en el Celta inexplicablemente. Fue entonces cuando los gallegos controlaron el balón y al Granada por primera vez en todo el partido, guiados por un gran Trashorras. Los rojiblancos confiaban a partir de entonces en una contra de Dani Benítez, incansable, que se llevaba el balón a su izquierda una y otra vez... en una de ellas, en el minuto 89, centró para que Orellana mandara el balón al palo, por tercera vez en el partido. Y para acabar, una nueva ocasión clarísima de Dani Benítez, en un disparo que se fue rozando de nuevo el poste. Así acabó el partido, con 1-0 y múltiples ocasiones... pero ojo, aun quedaba la prórroga.
Y nada más comenzar los 30 minutos restantes, nuevo penalty, polémico, para el Granada. Volvió a lanzarlo Dani Benítez. Y para el asombro del campo de Los Cármenes entero... ¡Lo paró Yoel! El joven portero del Celta ya parecía un muro infranqueable. Y lejos de amilanarse o de defender lo suyo cualquiera de los dos equipos, ambos se fueron al ataque y el partido se convirtió en un corre-calles donde reinaba la locura y bailaban las defensas. Un partido de segunda se había convertido en un espectáculo al más puro estilo Premier League. Acabó la primera parte, como no, con un tirazo al larguero de Trashorras. Y en la segunda más de lo mismo. Mientras en una mitad del campo expulsaban a Roberto Lago (Celta), en la otra Trashorras volvía a mandar otro balón al larguero casi desde su casa. Corría el minuto 118 y el árbitro, extasiado de tanto suceso (como dijo Alfredo Relaño, pasaron más cosas que en los cuatro clásicos juntos) pitó el final ha falta de dos minutos, por equivocación. Se acabaron jugando, con una última ocasión del Celta que casi deja helados a los rojiblancos.
Y como no podía ser de otra forma, llegamos a los penaltis. Tras 120 minutos de infarto, 45 ocasiones de gol, dos penaltis fallados, cinco remates a la madera, una expulsión y trece amarillas, comenzaba la lotería para ver quien se metía en la final de los Playoff, el último paso para llegar a la ansiada Primera División. Se metieron todos hasta el cuarto penalti excepto uno que mandó fuera Carlos Calvo. En ese mismo lanzamiento, volvía a tirar otro penalti Dani Benítez, tras los dos que había fallado. Con una mente fría y un par de huevos bien puestos, mandó el balón al lado contrario que se lanzó el portero, entrando el balón de forma lenta y elegante. Un tío valiente, y muy muy grande. Marcó el Celta y el quinto penalti lo decidía todo. Ya habían expulsado anteriormente a Iago Aspas por mandar callar a la afición rojiblanca tras marcar su penalti. Entonces lanzó Oscar Pérez a lo panenka, de manera espectacular, y le dejaba la presión a Michu. El chaval mandó el balón a las nubes, en la que podía haber sido la clasificación de los vigueses. Y para asombro de todos, el portero Roberto se encargó de marcar primero, y parar después, los dos penaltis decisivos para llevar al Granada a la primera final de un Playoff en la historia, tras 35 años sin estar tan cerca de Primera, en un partido que nunca olvidaré.