CAPÍTULO
1: EL ORIGEN DEL FÚTBOL
El deporte ahora conocido como “fútbol” procede de tiempos muy
lejanos, concretamente entre los siglos III y II antes de Cristo. La primera semejanza que se conoce
de un juego semejante al fútbol actual proviene de un manual de ejercicios
militares correspondientes a la dinastía Han de la antigua China. El juego era
llamado ts'uh Kúh (también se puede
encontrar como tsu chu o luju), y consistía en lanzar una pelota con los pies
hacia una pequeña red. Una variante agregaba una modalidad donde el jugador
debía sortear el ataque de sus rivales. También en el Lejano Oriente, aunque
unos cinco o seis siglos después del juego mencionado anteriormente, existía
una variante japonesa llamada kemari,
la cual tenía un carácter más ceremonial, siendo el objetivo del juego mantener
una pelota en el aire pasándosela entre los jugadores.
En el Mediterráneo se destacaron dos formas de juegos: el harpastum en Roma y el epislcyros en Grecia, sobre el cual se
tiene muy poca información. El mencionado en primer término era disputado por
dos equipos en un terreno rectangular demarcado y dividido a la mitad por una
línea. Los jugadores de cada equipo podían pasarse un pequeño balón entre
ellos, y el objetivo era enviarlo al campo contrario. Esta variante fue muy popular
entre los años 700 y 800
después de Cristo. Si bien todos estos juegos tenían ciertas características
que se asemejan al fútbol asociación y a otros códigos modernos, la incidencia
de los mismos en los deportes actuales es discutible, ya que prácticamente no
hay vinculación de los mismos con las
Islas Británicas, el hogar del fútbol moderno. El fútbol llegó hasta
territorio británico de la mano de los normandos, y éstos lo aprendieron de los
romanos. El soule era un juego de pelota francés que se practicaba a través de
los prados, los bosques, landas y hasta las villas o estanques. El fin era
devolver el balón en un lugar indicado, el fogón de una casa por ejemplo. En
ciertos casos, hasta había que mojar el soule en una fuente antes de alojarlo
en la ceniza. El juego era pues sólo una galopada inmensa entrecortada de
peleas más o menos encarnizadas. El instrumento de juego podía ser una pelota
de cuero, una vejiga de cerdo llena de heno, una pelota de tela o una bola de
madera.
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