Ayer volví a escuchar a
Ronaldo en
El Larguero de la Ser. Pero no CR7, sino aquel que muchos denominan despectivamente como "El Gordo". Me vinieron a la cabeza muchísimos recuerdos. Sus dos primeros goles con el Madrid los tengo grabados en la mente para la posteridad. Nada más salir al Bernabéu, por primera vez después de su lesión, enchufó una volea en el primer balón que tocó y lo clavó en el fondo de la red. El segundo, minutos después, fue una gran definición tras pase de Steve Mcmanaman. Comenzaba la era en el Madrid de, probablemente, el mejor delantero de todos los tiempos.
No conocí mucho sus etapas anteriores en PSV, Barça o Inter de Milán. Sólo la increíble temporada que hizo en el conjunto azulgrana, 47 goles en 49 partidos; y la lesión en su rodilla derecha, destrozándose completamente el tendón rotuliano. Llegó al
Mundial de 2002 entre algodones, nadie daba un duro por él ni por su rodilla, pero éste respondió con ocho goles en siete partidos, dos de ellos en la final ante Alemania y ante el mejor portero de la competición, Oliver Kahn, dando a Brasil su quinto Mundial y recibiendo el
Balón de Oro a mejor jugador del campeonato. Sin duda, fue su coronación, y su trampolín para fichar por el Madrid, así como su reválida tras tres años sin haber jugado con regularidad por culpa de las lesiones.
A mí me impresionó tanto que sigo dándole vueltas a la cabeza. Cómo un jugador considerado el mejor delantero del mundo, después de tantas lesiones y tanta inactividad, volviera de esa forma, volviendo a ser el mejor delantero del mundo. Si las lesiones le hubieran respetado la mitad de lo que lo han hecho, ahora mismo no habría dudas: Ronaldo sería el mejor delantero de la historia del fútbol. En su primer año en el Madrid, marcó 30 goles en 44 partidos, incluido un hattrick que tampoco olvidaré ante el
Manchester United en cuartos de final de la Champions. Los diablos rojos estaban empeñados en remontar la eliminatoria, pero cada gol era contrarestado por un Ronaldo que se bastaba él solo para liquidar a la defensa británica y a Barthez. Salió del campo ovacionado por toda la grada de
Old Trafford en un partido mágico para el madridismo y para el "9" brasileño.

Sólo ganó una liga con el Madrid, pero marcó 104 goles en 177 partidos con la camiseta blanca. Siempre tendré a este jugador en mi memoria, porque además fue al primer jugador que vi marcar un gol en directo en el
Santiago Bernabéu. Entonces tenía 13 años y fui con mi tío al estadio por primera vez. Mi sueño se cumplió realidad el día en el que Ronaldo marcó aquellos dos goles al
Espanyol y dio la victoria al Madrid por 2-1. Salí de allí con una sonrisa radiante, después de haber visto un partido de ensueño y a un jugador que sería recordado para la eternidad. Su despedida fue bastante dolorosa. Se marchó al
Milán al estar fuera de forma y no contar con el entrenador italiano
Fabio Capello, del que dijo: :"He sido feliz con todos los entrenadores del Madrid excepto con uno". En los rossoneri, tampoco volvió a ser el de siempre. En 2009 se marchó a Brasil, al
Corinthians, donde lo recibieron como en casa. Allí lo disfrutaron por última vez, con 35 goles en 65 partidos, más de lo que podía imaginar. Sin embargo, las lesiones no dejaron de perseguirle. Para colmo, el Corinthians cayó eliminado en la previa de la Copa Libertadores y el sueño de volver a jugar una alta competición se borró de la mente de Ronaldo. Destrozada su ilusión y su motivación para seguir jugando, dejó el fútbol. Ayer, reconoció que siempre sería madridista, que siempre elegiría a
Florentino Pérez antes que a Sandro Rosell y que
el próximo partido en el Bernabéu recibirá un homenaje en el centro del campo como Dios manda. Me llenó de satisfacción. Es el premio a un gran jugador que no se le debe recordar por los momentos en los que dejó de funcionar, en los que se le notaba cansado, en los que necesitaba aire para seguir al alto nivel. Ronaldo debe estar en la memoria de todos los amantes del fútbol por tantas bicicletas y tantos tantos goles maravillosos que se quedarán en la posteridad. Porque
Pelé no pudo tener mejor sustituto.