lunes, 28 de febrero de 2011

Cuando jugar bien no es suficiente

El fútbol vive desde hace unos lustros la extrema confrontación de estilos que deja patente Axel Torres en un artículo que me sorprendió gratamente. Hablaba sobre la felicidad que sentía un niño cuando jugaba en la calle, equiparable a la de otro niño que disfruta con las matemáticas, las estrategias y los estudios estadísticos. En el fútbol, esta situación equivale al bello juego del toque y toque contra el fútbol de jugadas de estrategia, de estudiar al rival y atacar sus puntos débiles. Distintos caminos para lograr la victoria. Sin embargo, la inmensa mayoría del mundo del deporte rey ensalza el estilo del tiki-taka como método más bello y a la vez infalible para ganar títulos. En realidad no es infalible, pero muchos dicen que "Si juegas bien tienes más probabilidades de ganar que de perder". Gran verdad. Pero la probabilidad resulta, en muchas ocasiones, engañosa. Jugar como los ángeles no garantiza el éxito. Ayuda, pero hace falta más que eso. Quizás saber cuando hay que parar un partido, cuando hay que defender un resultado. Quizás sólo haga falta fortuna. Pero los últimos campeones, exceptuando a la Selección Española y al Barça de Pep Guardiola, no se han caracterizado especialmente por jugar del todo "bien".

2004 - El Valencia de Benítez (Liga española y Copa de la UEFA), el Oporto de Mourinho (Champions) y  la Grecia de Otto Rehhagel (Eurocopa) fueron los grandes triunfadores de la temporada. Los tres se caracterizaron por un gran sistema defensivo y no por el juego que desplegaban sus jugadores.

2005 - El Barça comenzó imponiendo su juego del toque con Frank Rijkard en el banquillo, pero en Inglaterra ya triunfaba el Chelsea de Abramovich, una máquina demoledora al contrataque. Para colmo, la Champions la ganó el Liverpool del recién llegado Benítez, que instauró el sistema que tantas alegrías le había dado al Valencia.

2006 - El Barça gana Liga y Champions con partidos soberbios ante rivales poderosos. El año en el que se demostró que el gran juego se imponía entre los clubes, la tosca y mezquina Italia de Lippi ganaba el Mundial de Alemania ante el asombro de todos.

2007 - El Real Madrid de Capello gana la Liga a base de casta, fortuna y muy poco fútbol. En Champions, un Milán que se sirvió de la magia de Kaká y de sus viejas glorias se coronó ante el Liverpool en un partido que nada tuvo que ver con el 3-3 de 2005.

2008 - Vuelve a ganar el Madrid la Liga sin demasiado brillo de la mano de Schuster. El Manchester United de Cristiano Ronaldo gana la Premier y la Champions con más pegada que buen juego. La excepción aparece en la Eurocopa, cuando la Selección Española se corona en Austria y Suiza con un juego elevado a las bellas artes.

2009 - El Barça se hace con todo, con los seis títulos; con el mayor juego desplegado por un equipo en mucho tiempo.

2010 - Aunque el Mundial es ganado por la Selección Española (tenía el mejor equipo del campeonato); el Inter de Milán ganó cinco títulos esta temporada de la mano de Mourinho (Liga, Champions y Copa) y Benítez (Supercopa de Italia y Mundial de Clubes). Un Inter que nunca fue caracterizado por la belleza en su juego.

Es pues que nos encontramos en los últimos seis años, a excepción de Barça y Selección, una gran variedad de campeones, cada uno con su estilo, pero ninguno caracterizado por su vistosidad y excelencia. Sin embargo, todos fueron superiores a sus rivales y en la mayoría de casos no se sirvieron de una fortuna escandalosa. Lo que demuestra que existen muchos caminos hacia la victoria y no tiene porqué elegirse el más bello para lograr el objetivo necesariamente. Aunque, la verdad, resulta mucho más satisfactorio de esta manera. Sin embargo, muchos equipos no pueden permitirse jugar así por falta de efectivos para realizarlo. La solución a este problema es fichar jugadores para ese cometido, como es el caso del Villareal, que ha ganado mucho con la incorporación de Borja Valero; o canteras como la del Barça y el Arsenal, de las cuales nacen futbolistas educados y enseñados a tocar y a hacer del fútbol una obra de arte. Pero como he dicho antes, este camino no es para nada una garantía de éxito. Que se lo digan al Arsenal, en mi opinión el equipo que mejor juega del planeta por detrás del Barça y que lleva seis años sin títulos. Ayer perdieron uno más, en un partido en el que faltó su motor de juego (Cesc Fábregas) y en el que un error del portero Szczesny y el central Koscielny propició el gol de Martins en el 89, después de haber hecho una notable segunda parte para acabar ganando. No merecía ese final tan cruel ni el Arsenal ni Wénger. Pero así es el fútbol. Quien comete un error, lo paga, por muy bien que hayas jugado. Porque a veces, jugar bien no es suficiente.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El día que Raúl volvió a ser Leyenda

Antes de nada tengo que decir que soy MADRIDISTA, que soy RAULISTA y que en ningún caso he sido nunca jamás ANTIVALENCIANISTA. Ayer, 15 de Febrero de 2011, Raúl volvía a un campo español con otro equipo, concretamente alemán, el Schalke 04. Conforme están en la Bundesliga (décimos, a 23 del líder y a 10 de Champions), la única probabilidad de que vuelva a España en un futuro sería jugando la Europa League (está a ocho puntos del quinto lugar que da acceso a esta competición, aunque también puede ganar la Copa Alemana, pero se enfrenta en semifinales al Bayern Múnich) y que en alguna eliminatoria coincida con algún equipo español. Es por ello que ayer se nos presentaba a mí y a tres colegas la ocasión de ver a Raúl González Blanco por última vez en vivo y en directo.

Dicho esto, en Valencia nos presentamos con la ilusión de un niño pequeño. Con pancartas de "Te echamos de menos capitán" y "El fútbol es un deporte que juegan 11 vs 11 y siempre gana RAÚL", con cámaras de fotos dispuestas por si lográbamos acercarnos a él (no pudo ser) y con la esperanza de que marcara un gol, sólo uno, que demostrara a toda España que el "7" seguía vivo. Fuimos al hotel del Schalke 04, y por un momento lo tuvimos a unos metros, separandónos de él unos guardias de seguridad y una puerta giratoria. En ese momento yo estaba bloqueado, con la mano temblorosa y con mi amigo Sergio al lado diciéndome: "¿Qué le vas a decir si sale? Porque yo no tengo ni idea".


 El principio fue soñado: cantamos con los alemanes borrachos del Schalke 04 en los bares de alrededor, entramos al campo con nuestras camisetas de Raúl como seña de identidad, vimos a multitud de españoles de todos los rincones del país que también habían venido a animar al gran capitán; y por supuesto enseñamos nuestras pancartas en el calentamiento, gritando como locos para que nos dedicara una mirada al menos. Sin embargo todo se comenzó a torcer cuando unos valencianistas de avanzada edad se dedicaron a insultarnos y decirnos que nos sentáramos, que estábamos provocando. Al principio sólo fueron dos, pero de repente nos vimos envueltos en una masa antimadridista que nos despreció a base de insultos y amenazas. Tuvimos que sentarnos, tuvimos que callarnos, tuvimos que tapar nuestros dorsales, que esconder nuestras pancartas. Porque durante gran parte del partido todo fueron insultos hacia Raúl y hacia todo aquel que lo apoyara: "Raúl, canalla, fuera de Mestalla", "Mal Nacido", "Raúl Hijo de P..."; incluso cánticos en favor de David Villa, ilógico teniendo en cuenta que los dejó para irse al Barça. Pero más vale hacer el ridículo con tal de hacer daño a Raúl y a los raulistas.

En mi vida me había sentido tan odiado. Nos miraban con desprecio, no una persona, sino cientas. Toda nuestra grada se levantó para echarle fotos a Raúl cuando se acercó al córner y cuando nos levantamos nosotros nos dijeron de todo menos guapos. Después nos tiraron vasos vacíos o llenos, y desperdicios que se iban encontrando. El Valencia ganaba, debería ser una alegría para todos, pero en lugar de ello prefirieron insultar, humillar y maldecir.

A todo esto, Jurado controla un balón en tres cuartos de cancha. Corría el minuto 64. El balón cae en los pies de Raúl dentro del área, y se para el mundo. Por lo menos mi mundo. En aquel momento no sentía el frío, no oía a los que gritaban detrás nuestro, no notaba nada a mi alrededor. Fue como un silencio, una cámara lenta. Y juro que esto es cierto. En mi vida había sentido esta situación, ni siquiera con el gol de Iniesta en el Mundial. Raúl tocó suavemente el balón, y se desplazó lentamente hasta el fondo de la portería. Pensando que Guaita lo había parado, tardé en reaccionar. En realidad el balón ya estaba dentro, y todavía no podía reaccionar. Fue mágico. El estadio, antes un vertedero de desprecios y amenazas, proclamaba ahora un silencio profundo y maravilloso. Cuando Raúl se acercó a nuestro sector, el número cuatro, y gritó como un loco mirándonos de frente, entendí que sí que nos había escuchado en el calentamiento, que le dieron igual los insultos de 50.000 personas, que aquel momento fue uno de los más impresionantes de toda mi vida. Que el fútbol es maravilloso, y que, como dijo mi compañero Sergio tras marcar Raúl, con un rostro serio, como si estuviera soñando, incapaz de celebrar nada por todo lo que nos podía caer encima; "Si luego conseguimos verlo en el hotel ya sé que le voy a decir. Que es el más grande, más que todo Mestalla, y que tiene unos cojones que no caben en este estadio". Yo añadiría algo más. Que vale la pena pagar lo que hiciera falta para sentir lo que sentimos nosotros en aquel momento. Raúl, una vez más, vuelve a estar vivo para todos. Porque la leyenda del "7" continúa. Una leyenda que vivirá eternamente.