Antes de nada tengo que decir que soy MADRIDISTA, que soy RAULISTA y que en ningún caso he sido nunca jamás ANTIVALENCIANISTA. Ayer, 15 de Febrero de 2011, Raúl volvía a un campo español con otro equipo, concretamente alemán, el Schalke 04. Conforme están en la Bundesliga (décimos, a 23 del líder y a 10 de Champions), la única probabilidad de que vuelva a España en un futuro sería jugando la Europa League (está a ocho puntos del quinto lugar que da acceso a esta competición, aunque también puede ganar la Copa Alemana, pero se enfrenta en semifinales al Bayern Múnich) y que en alguna eliminatoria coincida con algún equipo español. Es por ello que ayer se nos presentaba a mí y a tres colegas la ocasión de ver a Raúl González Blanco por última vez en vivo y en directo.
Dicho esto, en Valencia nos presentamos con la ilusión de un niño pequeño. Con pancartas de "Te echamos de menos capitán" y "El fútbol es un deporte que juegan 11 vs 11 y siempre gana RAÚL", con cámaras de fotos dispuestas por si lográbamos acercarnos a él (no pudo ser) y con la esperanza de que marcara un gol, sólo uno, que demostrara a toda España que el "7" seguía vivo. Fuimos al hotel del Schalke 04, y por un momento lo tuvimos a unos metros, separandónos de él unos guardias de seguridad y una puerta giratoria. En ese momento yo estaba bloqueado, con la mano temblorosa y con mi amigo Sergio al lado diciéndome: "¿Qué le vas a decir si sale? Porque yo no tengo ni idea".
El principio fue soñado: cantamos con los alemanes borrachos del Schalke 04 en los bares de alrededor, entramos al campo con nuestras camisetas de Raúl como seña de identidad, vimos a multitud de españoles de todos los rincones del país que también habían venido a animar al gran capitán; y por supuesto enseñamos nuestras pancartas en el calentamiento, gritando como locos para que nos dedicara una mirada al menos. Sin embargo todo se comenzó a torcer cuando unos valencianistas de avanzada edad se dedicaron a insultarnos y decirnos que nos sentáramos, que estábamos provocando. Al principio sólo fueron dos, pero de repente nos vimos envueltos en una masa antimadridista que nos despreció a base de insultos y amenazas. Tuvimos que sentarnos, tuvimos que callarnos, tuvimos que tapar nuestros dorsales, que esconder nuestras pancartas. Porque durante gran parte del partido todo fueron insultos hacia Raúl y hacia todo aquel que lo apoyara: "Raúl, canalla, fuera de Mestalla", "Mal Nacido", "Raúl Hijo de P..."; incluso cánticos en favor de David Villa, ilógico teniendo en cuenta que los dejó para irse al Barça. Pero más vale hacer el ridículo con tal de hacer daño a Raúl y a los raulistas.
En mi vida me había sentido tan odiado. Nos miraban con desprecio, no una persona, sino cientas. Toda nuestra grada se levantó para echarle fotos a Raúl cuando se acercó al córner y cuando nos levantamos nosotros nos dijeron de todo menos guapos. Después nos tiraron vasos vacíos o llenos, y desperdicios que se iban encontrando. El Valencia ganaba, debería ser una alegría para todos, pero en lugar de ello prefirieron insultar, humillar y maldecir.
A todo esto, Jurado controla un balón en tres cuartos de cancha. Corría el minuto 64. El balón cae en los pies de Raúl dentro del área, y se para el mundo. Por lo menos mi mundo. En aquel momento no sentía el frío, no oía a los que gritaban detrás nuestro, no notaba nada a mi alrededor. Fue como un silencio, una cámara lenta. Y juro que esto es cierto. En mi vida había sentido esta situación, ni siquiera con el gol de Iniesta en el Mundial. Raúl tocó suavemente el balón, y se desplazó lentamente hasta el fondo de la portería. Pensando que Guaita lo había parado, tardé en reaccionar. En realidad el balón ya estaba dentro, y todavía no podía reaccionar. Fue mágico. El estadio, antes un vertedero de desprecios y amenazas, proclamaba ahora un silencio profundo y maravilloso. Cuando Raúl se acercó a nuestro sector, el número cuatro, y gritó como un loco mirándonos de frente, entendí que sí que nos había escuchado en el calentamiento, que le dieron igual los insultos de 50.000 personas, que aquel momento fue uno de los más impresionantes de toda mi vida. Que el fútbol es maravilloso, y que, como dijo mi compañero Sergio tras marcar Raúl, con un rostro serio, como si estuviera soñando, incapaz de celebrar nada por todo lo que nos podía caer encima; "Si luego conseguimos verlo en el hotel ya sé que le voy a decir. Que es el más grande, más que todo Mestalla, y que tiene unos cojones que no caben en este estadio". Yo añadiría algo más. Que vale la pena pagar lo que hiciera falta para sentir lo que sentimos nosotros en aquel momento. Raúl, una vez más, vuelve a estar vivo para todos. Porque la leyenda del "7" continúa. Una leyenda que vivirá eternamente.
Ya me han contado antes lo que os pasó, si lo llegó a saber voy yo también aunque no pertenezca a la yihad raulista.
ResponderEliminarLocos hay en cualquier lado, y en un estadio más. Soy de los utópicos que sueña con unas gradas cuya rivalidad esté en los cánticos y colores de cada afición, con que cada cual pueda ir al campo con la camiseta que le plazca o realizar un mosacico, como sucedió en el Barça-Hércules. No sé que tiene de malo una lucha de colores no violenta, como sucede en las finales y los colores de cada equipo bañan las gradas, pero mucho tenemos que mejorar para que esto ocurra y nadie salga perjudicado o dañado.
Por cierto, en cuanto a lo de Villa, no creo que dejara tirado a los ches, el Valencia necesitaba el dinero, y el Guaje un equipo a la altura de su nivel. Ambas partes entendieron que el ciclo había acabado y ambas han salido ganando.