La pasada semana tuve la suerte de visitar una de las ciudades más bonitas y representativas de nuestro país: Bilbao, un lugar diferente con una cultura única y una gente asombrosa. Muchos creerán que País Vasco es independentista, ruin, antipático y rastrero; pero en realidad es un paraíso donde reina la cortesía, el buen gusto por las cosas y la belleza de lugares emblemáticos. Y sobre todo, Bilbao es una ciudad donde se respira fútbol por los cuatro costados. Los bares, las calles, los balcones... hay banderas del Athletic por todos lados. Y eso, lo reconozco, es algo que me fascina.
Salimos de mi pueblo a las doce de la madrugada del viernes, y llegamos allí a las ocho de la mañana. No podíamos ir al hotel hasta las doce, así que lo primero que hicimos fue aparcar... en el mismísimo San Mamés. Aquella catedral de fútbol a la cual derribarán en unos años para construir, justo al lado, un campo nuevo, más grande y más espectacular, semejante al "Allianz Arena" de Múnich. Dimos una vuelta a su alrededor y luego nos fuimos a desayunar algo. Caña y pincho de tortilla de patatas con queso y jamón, puedo decir que es uno de los mejores desayunos que he tomado en toda mi vida. Nunca antes había probado nada igual. Lo de los pinchos era maravilloso, visitar cada taberna y encontrar la barra abarrotada de tapas y más tapas... Debo decir además que la gente era alucinante. Entrar al hotel de la Real Sociedad y que el recepcionista te atianda amablemente, comprar el Marca en un kiosko y que el vendedor te ayude a buscar el periódico que tiene póster (además de preguntarte de donde eres, que has venido a hacer, etc), que el camarero hable contigo del Madrid, que los viejos te saluden por la calle y se pongan a hablar contigo, que te digan con pelos y señales dónde está algo en Bilbao, que te enseñen a sacarte un ticket del tranvía...
Pero para simpáticos los jugadores del Athletic. No sé si serán los únicos en toda España que salgan de entrenar sin guardias para cortar el paso a los demás, y que encima se paren para hacerse fotos y firmar autógrafos con todos y cada uno de los aficionados que les esperan en la puerta del estadio. Solo Llorente, que aparcó su porsche blanco en la otra punta y salió por la puerta de atrás, se fue pitando sin hacerse fotos con nadie. Bueno, con nadie excepto con un colega y yo que fuimos listos y lo esperamos apoyados en una farola cercana a su lujoso automóvil. La imagen con un campeón del mundo es una de las cosas más valiosas que me traigo de mi estancia en Bilbao. Por la tarde, visitamos el interior de la Catedral. Majestuosa, parecida a un campo inglés, con un arco brillando por el sol y una mística que me dejó cautibado desde que entré por el túnel de vestuarios, emulando a los Iraizoz, Javi Martínez o Iraola. Aprendí mucho en esa guía, como que el jugador que da nombre al máximo goleador de la Liga española, "Pichichi", jamás jugó un partido de esa competición, o que a los del Athletic les llaman leones porque según la leyenda, metieron a San Mamés en una jaula con los fieros animales y no se lo comieron... ¿Sabían que el Atlético de Madrid nació a partir del Athletic? ¿O que hicieron un pacto con la Real Sociedad para jugar solo con jugadores de euskal herria y los donostiarran lo incumplieron?
Aquel día fue muy largo. Y maravilloso. Como el siguiente. Nos levantamos para ver los trofeos y obsequios del Athletic, cada uno con su historia. Quién más me impresionó fue Mr. Petland, el mayor entrenador que han tenido los rojiblancos en sus 113 años de historia. Se decía que revolucionó el fútbol gracias al hincapié en jugar por las bandas en sus sistema y el poderío físico que implantaba a sus jugadores, propio de los ingleses. Fue el mejor Athletic que se recuerda, el que ganó siete títulos en apenas diez años. Se dice que por él en la actualidad a los entrenadores les llaman "Míster". Otros impactos interesantes fue ver a un jugador que más tarde fue Lehendakari, el carné de socio de Julen Guerrero cuando tenía siete años o la jovenzuela pero inconfundible cara de Javier Clemente cuando era jugador del club bilbaíno.
Por la tarde, visitamos el casco viejo de Bilbao, al cual se accedía de forma rápida y cómoda mediante el tranvía, que te llevaba a los lugares más visitados de la ciudad. Allí si que se respiraba auténtico fútbol. Se notaba que era día de derby, porque las calles estaban abarrotadas de aficionados del Athletic y de la Real, todos juntos bebiendo cerveza. Decidimos hacer lo mismo, en la peña del Athletic, mientras veíamos el Valencia - Real Madrid. Hasta tres cañas enormes nos bebimos cada uno, para ir luego a tope a ver el gran partido. Chispeaba un poco, pero eso hizo la espera para entrar al campo más refrescante, más intensa. Aficionados de ambos equipos se abrazaban en las inmediaciones del campo, o cenaban juntos bocatas que vendían en los bares de alrededor. Antes de entrar, al colega de la foto de Llorente y a mí nos entrevistó la cadena de radio Grupo Nervión sobre las elecciones a presidente del Athletic y sobre si preferiamos el buen juego o los resultados. Ya dentro, nada tenía que ver San Mamés con la tarde de la visita guiada. Iluminado, con toda la gente, en un ambiente espectacular. Puedo decir que fue un sueño cumplido ver ese partido, en ese mismo estadio. La afición, probablemente sea la mejor de España. Yo estaba sentado en el fondo norte por abajo, cerca del césped. Cuando digo sentado en realidad quiero decir de pie, porque cuando el Athletic se acercaba a portería o se le acercaban a él, los 40.000 espectadores se levantaban de sus asientos como si llevaran un muelle incorporado. Nada comparable al Bernabéu, donde los aficionados parece que están viendo el teatro, en San Mamés el partido es una fiesta. Y lo fue aún más gracias a la victoria ante el eterno rival, al que venció por 2-1 con goles de Muniain y Toquero, al que por cierto ovacionaban cada vez que tocaba el balón. Logramos salir en La Sexta gracias a una buena pancarta (según Antonio Esteva ;)) que adjunto aquí mismo.
El día siguiente se pasó en San Sebastián, otra ciudad muy hermosa que posee una bellísima playa como mayor atractivo, además de un monte con unas vistas espectaculares. De los mejores calamares a la Romana que he probado, en el Café de la Concha sin duda... ese día el peso de los anteriores recorría por todo nuestro cuerpo, y acabamos destrozados cuando llegamos al hotel, donde nos distraíamos jugando al Pro Evolution Soccer tirados en la cama. Fueron tres días impresionantes, en los que disfruté como un niño que descubre lo que no ha visto nunca. Con dos cosas me quedo de este maravilloso viaje... el momento en el que estás apoyado en la barandilla del puente de la Ria de Bilbao, atardeciendo, con una mujer cantando en la calle mientras pasa la multitud de la gente y te sopla el viento en la cara; y con el Athletic y todo lo que le rodea. Porque puedo ser del Real Madrid, pero no hay duda de que es imposible no respetar ni admirar a uno de los equipos más grandes del fútbol español.
excelente entrada
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