Ayer asistimos a uno de los mejores partidos de fútbol que recuerdo. A una de las finales más emocionantes, reñidas, sufridas y sensacionales que he visto en mi vida. Una final muy igualada, propia de los dos mejores equipos del mundo. Si alguien pensó lo contrario, es que está nublado a un sólo estilo, a una sola idea. Porque ayer vimos a dos equipos entregados a un partido, una afición y una Copa del Rey que pudo haber ganado cualquiera. Si señores, ayer triunfó el fútbol, por encima de las numerosas faltas y de los que nunca creyeron que esto fuera a ser posible.
Y triunfó porque vimos a dos estilos totalmente opuestos enfrentados entre sí. Y aunque eso también ocurrió el sábado en el primer Clásico, hubo ciertas diferencias que hicieron al Real Madrid todavía más peligroso en la primera parte. En primer lugar, jugó Özil en lugar de Benzema, dejando a los tres delanteros centros en el banquillo. Así, aseguraba más ideas a la hora del robo de balón. También se notó la baja de Puyol, actuando en su lugar Javier Mascherano. Mou adelantó la línea de presión para robar más arriba y dificultar los toques del Barça tan cerca de la portería. Un acierto espectacular, porque el Barça no logró tirar a puerta en los primeros 45 minutos, salvo un disparo sin peligro de Xavi. Sin duda, para mi fue la mejor primera parte que le han jugado al Barça esta temporada, y probablemente en las tres últimas. Se sintió anulado, incapaz de penetrar en área contraria más que con inútiles córners que despejaba la defensa blanca, a un gran nivel durante todo el partido. Incluso acabó desquiciendo a algunos de sus jugadores, como Messi o Villa. Totalmente irreconocible el equipo blaugrana que no encontró ideas para derrumbar el muro que implantó el técnico portugués, a base de una gran concentración y una presión muy fuerte. Además, el Madrid pudo disponer de varias ocasiones para batir a Pinto: Cristiano por tres veces y la más clara Pepe, que se elevó de forma espectacular sobre la defensa culé para enganchar un cabezazo que se fue al palo al filo del descanso. Todo eran buenas sensaciones para el Madrid, seguro de si mismo y habiendo logrado maniatar al Barça por primera vez en tres años.
Sin embargo, fue imposible hacerlo durante más tiempo. Porque los azulgranas salieron como un bólido en la segunda mitad, y desplegaron su mejor fútbol de la mano de una gran Iniesta, que lograba salir de la presión con una calidad impresionante. Apareció por fin Messi, para encumbrar a Casillas con un gran disparo que atajó con maestría el capitán madridista y una asistencia a Pedro tras dejar atrás a varios defensas, pero el gol del canterano fue anulado por fuera de juego. En plena avalancha culé, como siempre y como ante Robben en la final del Mundial, apareció el Santo. Sacó dos manos prodigiosas, una a Pedro y otra a Iniesta, la segunda más impresionante que la primera. De las mejores paradas que he visto. Parecía que el gol del Barça iba a llegar de un momento a otro, pero en una contra Di María, que perdió ochenta mil balones, tuvo la mayor ocasión para los blancos en toda la segunda parte con un trallazo que paró Pinto casi en la escuadra. Terminaron así los noventa reglamentarios, con una parte para cada uno, y con la sensación de que el Madrid estaba cansado y el Barça, fresco como una lechuga. Aún así pudo llevarse el trofeo el conjunto blanco de no ser por la gran parada del portero gaditano. Entonces llegó la Prórroga. Y el éxtasis.
Los nervios a flor de piel. Mestalla era un clamor, y el pub donde vi el partido, una caldera. El Barça siguió empeñado en su estilo, y el Madrid en pararlo e ir a la contra. Pep cambió a Villa, inexistente en todo el encuentro, y sacó a Ibrahim Afellay. Adebayor (que jugó un gran papel dando mucho trabajo a Piqué) ya había entrado por Özil y más tarde lo haría Granero por Khedira. Con más tensión y nervios que ocasiones, Cristiano llegó con una portentosa carrera a un gran pase de Xabi Alonso, mandando el balón fuera, rozando el palo. Primer aviso, pero no sería el último. Porque el astro portugués despertó en el momento más importante, y antes de que terminara la primera parte de la Prórroga, Di María logró sacarse un centro maravilloso tras una gran pared con Marcelo (ayer confirmó que es uno de los mejores laterales izquierdos del mundo) para que CR7 clavara un cabezazo imparable para Pinto. Un cabezazo que valió la Copa del Rey después de 18 años, que rompió la sequía blanca de tres años sin títulos, que elevó a José Mourinho por encima de toda crítica y que logró acabar, por primera vez, con el Barça de Guardiola, probablemente el mejor equipo de la historia del fútbol.
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